Por: Esteban Durán Delgado (*)
Participé como voluntario internacional en la Conferencia Mundial de Juventud celebrada el pasado agosto en León Guanajuato. Ser voluntario implica estar al servicio de la organización del evento para atender diferentes compromisos y también conocer los entretelones de un evento de esta envergadura.
Esta Conferencia Mundial de Juventud, con sus características y objetivos, es un evento que nunca se había realizado en la historia de la humanidad. Hace tan solo 25 años se celebró el primer Año Internacional de la Juventud, y en el año 1998 se realizó un encuentro mundial de encargados/as de juventud; quedaba la deuda de un evento magnánimo de participación de personas jóvenes, ONG’s y gobiernos de todo el mundo que aspirara a construir respuestas a las necesidades y demandas urgentes de la población joven de todo el mundo.
No es casual que este encuentro generara altas expectativas por lo recién mencionado, y porque la población joven del mundo atraviesa actualmente por un momento de intensos e intrincados retos. Estamos a la puerta de eventos que, de nuevo, no tienen precedente. La humanidad cuenta actualmente con la población joven más grande de su historia, alrededor de 1,200 millones de personas en el mundo tienen entre 15 y 24 años de edad. En nuestro país alrededor del 43% de la población tiene entre 12 y 35 años. Es decir, las trayectorias de vida de estas personas, el goce o no de sus derechos fundamentales, acceso a opciones de educación, salud, empleo, marcará de manera determinante el nivel de desarrollo de nuestras sociedades.
Y el panorama tiene matices grises, en el mundo 209 millones de jóvenes viven en situación de pobreza, 81 millones de jóvenes están desempleados, 130 millones de mujeres jóvenes son analfabetas, y casi el 50% de las nuevas infecciones de VIH se concentran entre la población de 15 a 24 años de edad. En Costa Rica, por ejemplo, el desempleo entre personas jóvenes duplica a los índices de las personas adultas.
Es por esto que un espacio de reflexión de carácter mundial ha resultado urgente y necesario. Con todas sus particularidades, la Conferencia Mundial permitió colectivizar los conocimientos sobre la situación de las personas jóvenes en cada rincón del mundo. Esto es un avance, porque permite compartir experiencias, crear sinergias. Por otra parte, conllevó el compromiso de construir, desde ONG’s y representantes de gobierno, un documento de declaración que enumera demandas a los gobiernos y asociaciones globales sobre la urgencia de invertir en juventud como un motor para desarrollo. La declaración recupera prolongadas y en muchos casos inacabadas discusiones sobre cultura, género, empleo, salud, sexualidad, educación, migración, sostenibilidad del medio ambiente, etc. Aún por lo ajustado de la agenda y en muchos casos omisiones de parte de la organización del evento, este documento constituye un hito por acercarse de manera global por primera vez en la historia, a los intereses y necesidades de la población joven. Quedan ahí las responsabilidades de cada gobierno y organización participante de correr la voz y actuar consecuentemente.
A partir de mi experiencia queda claro que en nuestra región, Costa Rica es uno de los países que más recursos y posibilidades tiene para invertir en personas jóvenes: alta inversión en educación, salud, políticas de avanzada en poblaciones específicas como personas jóvenes, género, discapacidad y una institucionalidad consolidada. Junto con esto, también conozco las contradicciones e inequidades que experimentan muchas personas jóvenes de nuestro país en el acceso a un desarrollo integral, salud, educación, empleo, espacios de participación, recreación, cultura, situación puede afectarse por el lugar en que estas personas viven, su herencia étnica, sus preferencias.
¿Más inversión en educación?; ¿políticas particularizadas para las juventudes en empleo, salud?, ¿promoción de espacios de participación?, ¿rescate del patrimonio cultural?, ¿concientizar hacia la no discriminación? Sí, pero también creo prioritariamente que hay que dar la palabra a las juventudes y generar con tenacidad escucha receptiva por parte de quienes pueden impulsarles. Así que la agenda está demarcada y lo que hay que hacer está en la mesa; hay recursos, hay capacidad, hay juventudes a quienes tenemos el deber de transmitirles capacidades, oportunidades, confianza; son ellas y ellos los agentes de cambio, que no quede únicamente en otros sectores sociales la expectativa de sostener este ignito.
(*) El autor de este artículo es psicólogo, de 27 años. Trabaja como Asistente de Proyectos de Juventud en el UNFPA, Costa Rica.