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Como en la mayoría de las crisis, las mujeres han sido las más afectadas por la pandemia del COVID-19, con altos índices de violencia, agresiones, desempleo, informalidad, recargo en el cuido y en el trabajo doméstico no remunerado, entre otras consecuencias. La respuesta a esta situación debe ser integral

 

Marzo fue el mes en el que el gobierno de nuestro país solicitó a la ciudadanía mantenerse en casa,  salir solo en caso de emergencia y evitar mezclar las burbujas sociales. Los inimaginados y temidos cierres que ya se habían dado  en otros países del mundo, finalmente llegaron a Costa Rica, y con ellos el cierre de comercios, centros educativos, estadios, parques y todo aquel sitio donde antes nos reuníamos para compartir.

 

Aunado a todos esos impactantes cambios que trajo la pandemia por el COVID-19, los confinamientos trajeron secuelas para muchas personas, preocupadas no solo por su supervivencia económica, si no por su integridad física y emocional. Miles de mujeres, víctimas de algún tipo de violencia, se vieron obligadas a quedarse en casa, muchas veces con sus agresores bajo el mismo techo.

 

Rápidamente vimos  que se trataba no sólo de una crisis de salud pública, sino del riesgo de dar marcha atrás frente a décadas de avances en la lucha contra la pobreza y las desigualdades. Los derechos de las mujeres se han visto afectados: desde su ejercicio de la libertad, su autonomía corporal, su derecho a la salud y su derecho a vivir libres de violencia.

 

“La crisis ha venido acompañada de un repunte de las denuncias de violencia doméstica, precisamente en un momento en que los servicios, como las fuerzas del orden, los servicios sanitarios y los albergues, se están desviando para hacer frente a la pandemia”, declaró entonces el Secretario General de las Naciones Unidas en el informe “Responsabilidad compartida, solidaridad mundial: Responder ante las repercusiones socioeconómicas de la enfermedad por coronavirus de 2019”.

 

En América Latina, una región donde una de cada tres mujeres ha experimentado episodios de violencia a lo largo de su vida, la situación se agrava. En países como Colombia, la violencia en el hogar contra mujeres y niñas aumentó en un 50%, mientras que los feminicidios se duplicaron en Argentina.

El “efecto catastrófico de la pandemia” también fue visibilizado por UNFPA, agencia que estimó que 47 millones de mujeres podrían no recibir métodos anticonceptivos en 114 países de ingresos bajos y medios, resultando en unos 7 millones de embarazos no planificados.  Las desigualdades y la violencia se acrecentan en contextos en los que las mujeres pierden su capacidad para planificar sus familias y proteger sus cuerpos y su salud.

La violencia se da también en otros planos, como en el acceso a la educación o al trabajo digno. Estimaciones recientes de ONU Mujeres y el PNUD indican que 47 millones de mujeres y niñas caerán en la pobreza.

 

 

En Costa Rica, los impactos han sido evidentes. Las denuncias por violencia doméstica atendidas por el 911 en los momentos de mayor restricción y confinamiento mostraron un aumento. La tasa de desempleo de las mujeres creció significativamente durante la pandemia, alcanzando el 30,4% en el segundo trimestre de 2020, diez puntos porcentuales por encima de la tasa de los hombres (20%). Esta es la tasa de desempleo más alta en la historia del país,  lo que supone un aumento de 120.000 mujeres desempleadas en el año.

 

Una vez más vemos como las pocas oportunidades cobran su factura. Las mujeres con niveles educativos más bajos han sido las más afectadas, con una reducción del 54% en su participación en el mercado laboral para aquellas con educación primaria incompleta.  Salir adelante no es fácil, sobre todo cuando hay poco acceso a recursos, pocas oportunidades, o cuando los modelos sociales se han incrustado en las creencias y en la cotidianeidad de gran parte de la población.

 

Los 16 Días de Activismo contra la violencia de género es una campaña internacional de lucha contra la violencia hacia mujeres y niñas, iniciada en 1991 y apoyada por las Naciones Unidas desde el 2008. Desde el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, hasta el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos, cientos de países y organizaciones alrededor del mundo se únen en acciones y mensajes para concientizar sobre la violencia de género y las nefastas consecuencias que tiene sobre la vida de las mujeres, sobre sus familias, sus comunidades, sus países.

 

Este año tenemos muchas razones para lanzar el llamado a pintar el mundo de naranja (lema de los 16 días) y trabajar con nuestros socios en el tema global de este 2020: “¡Financiar, prevenir, responder, recopilar!”

 

Hoy más que nunca es prioridad  financiar servicios esenciales de prevención de la violencia de género y a organizaciones que trabajen por los derechos de las mujeres. Prevenir con políticas de tolerancia cero frente a la violencia de género. Responder con apoyo a servicios destinados a las sobrevivientes de violencia de género y garantizar la continuidad de una adecuada respuesta de la justicia penal. Finalmente, recopilar datos para mejorar los servicios y programas de violencia de género.

 

Desde Naciones Unidas tenemos el gran desafío de acompañar a los países en la respuesta a estas desigualdades que ya existían y que se han profundizado con la pandemia.  Es nuestra responsabilidad también asegurar que el enfoque de derechos humanos y desarrollo sostenible sea la base de la respuesta. Nuestros ideales y mandatos están más vigentes que en cualquier otro momento. Nuestro compromiso es trabajar por las mujeres y niñas, para asegurar que ninguna de ellas se quede atrás.

 

Autoras: 

 

Politóloga ítalo-venezolana será nueva representante de ONU en Costa Rica -  El Observador CR

Allegra Baiocchi, Coordinadora Residente ONU Costa Rica

 

 

Paula Antezana

Paula Antezana, Jefa de Oficina UNFPA Costa Rica