El informe se presenta en el marco del 30 aniversario de la Conferencia Internacional de Población y el Desarrollo (CIPD), realizada en El Cairo, Egipto, en 1994. Fue un momento histórico en el que 179 gobiernos adquirieron el compromiso de convertir la salud y los derechos sexuales y reproductivos en un eje central del desarrollo sostenible. Manifestó una concepción del potencial humano que desde entonces ha servido de estímulo a grandes progresos y que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (fruto del consenso de la comunidad internacional en 2015) ha reflejado y potenciado.
Con todo, aunque los avances han sido enormes en estos 30 años, la agenda de la CIPD solo se ha cumplido en parte y quienes más lo han constatado son quienes más sufren la marginación. Todos los días mueren 800 mujeres al dar a luz, una cifra que no ha cambiado desde 2016. El 25% de las mujeres no puede negarse a mantener relaciones sexuales y cerca de 1 de cada 10 no puede tomar sus propias decisiones sobre anticonceptivos. En el 40% de los países que disponen de datos al respecto, la autonomía corporal de la población femenina es cada vez menor.
Las desigualdades atraviesan todas las sociedades e impiden que algunas personas gocen de salud y derechos en el ámbito sexual y reproductivo. Todavía existen diferencias en cuanto a poder y oportunidades por motivos de género, raza y etnia —entre otros muchos factores— que, tanto por separado como al combinarse, restringen en buena medida las opciones y el acceso de la población.
El presente informe sostiene que el 30º aniversario de la CIPD brinda una ocasión para que el rumbo de los sistemas social y de salud vire hacia la provisión de servicios que empoderen a todas las personas, respeten su dignidad y las ayuden a ejercer sus derechos y autonomía corporal. También aboga por que se reavive el interés por remediar las desigualdades y disparidades que no han dejado de dividir a las sociedades.
Arte visual del informe
En esta edición, UNFPA ha elegido imágenes de tejidos a nivel global por varias razones, pero principalmente porque hay una historia muy rica de movimientos de mujeres que utilizan textiles para llamar la atención sobre una variedad de cuestiones, desde la justicia reproductiva hasta la desigualdad económica y el racismo sistémico. Muchas comunidades continúan con la tradición de producir textiles que reflejan sus entornos y tradiciones locales, brindando a las mujeres de todo el mundo una manera de conectarse con generaciones anteriores y futuras de mujeres en sus familias y comunidades. Es un poderoso símbolo de interconexión, de aprender del pasado y crear para el futuro. También demuestra cómo nuestras vidas están vinculadas entre sí y muestra que juntos somos más fuertes (como las muchas puntadas de un trozo de tela).