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Pamela Alpízar y Ana Marcela Vega

16 Mayo 2016

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Pamela y Marcela tienen una relación de tres años y el apoyo de familiares, colegas y amistades. A través de este apoyo han podido constatar el cambio paulatino que la sociedad costarricense ha tenido en torno a la aceptación de los derechos de la población LGBTI.  Aun así,  el temor de mostrar su afecto en lugares públicos sigue estando presente.

Para Marcela, “salir del closet” no fue nada fácil y una de las razones, piensa, fue su paso por un colegio católico, muy conservador. “A los 14 años se dio una situación y la reacción de las cabezas del colegio me asustó mucho. Uno de los orientadores insinuó que no podía ser que yo me sintiera así porque yo era una buena persona. Fue tanto que entré en un proceso de negación, ‘si así me van a tratar, no quiero esto para mi vida´, me dije”.

Diez años después, a los 24 y después de un proceso de terapia psicológica, finalmente pudo aceptarse.  “Pienso en mucha gente que pasó por lo mismo y no salió, que está pegada en un algo que no es”, reflexiona.

El caso de Pamela, ocho años menor, fue diferente,  tanto porque ella siente que la época en la que le tocó crecer ha sido de más claridad, más abierta, y también por el apoyo de su familia.

“Yo salí del closet cuando teníamos como 3 meses de salir, porque mi mamá me empezó a hacer muchas preguntas. Mi mamá fue súper tranquila con eso, me dijo que desde que yo tenía 5 años ella sabía que yo era así  y que supiera que esa era mi casa, que no me iban  a hacer ningún desprecio, que estuviera tranquila. Mi mamá de hecho quiere mucho a Marce y mi hermano también. A mi papá le costó un poco más, pero ya todo está bien”, cuenta Pamela, hoy de 22 años  y oriunda de Atenas.

Marcela también tuvo apoyo de su familia. “Ellos sabían que no vivir la vida que uno quiere, lo pone a uno mal, de hecho yo venía de pasar un tiempo donde estaba muy mal y ellos me dijeron ‘si eso la va a hacer a usted sentir bien, adelante’”.

Pero la sorpresa más grande se la dio su abuela, en una reunión familiar cuando el tema salió a relucir. “Mi abuela, una señora de campo de Cartago, dijo: ‘la gente se pregunta que cómo le van a explicar a los hijos acerca de una pareja del mismo sexo… Difícil es explicarle a los hijos cómo uno no tiene para darles de comer, eso sí es difícil; que dos personas se amen, eso no es difícil’”, cuenta Marcela totalmente conmovida por ese recuerdo que la marcó.

A pesar de la aceptación de sus seres más cercanos, en la calle prefieren ser muy reservadas.  “A las dos siempre nos ha dado mucho miedo exponernos a algún tipo de violencia. Sigo sintiendo que no puedo ir a un restaurante y mostrar el mismo afecto, que si un hombre fuera mi pareja”, comenta Marcela, quien es administradora de empresas.

Ambas sienten que los avances que se han dado en la sociedad con temas como el seguro social o el reconocimiento de derechos en algunos colegios profesionales, son muy importantes porque dan cierta seguridad a la población LGBTI. “Cada vez que algo así pasa más personas deciden ‘salir’”, opinan.

Para ellas, este tipo de campañas también son pasos importantes para que la gente derrumbe mitos y estereotipos sobre la población LGBTI. “A veces la gente nos conoce y cuando se dan cuenta que somos lesbianas se sorprenden. En nuestros trabajos todo el mundo sabe que somos pareja, que vivimos juntas, no tenemos susto en salir en una campaña de visibilización, ya no pasa nada”, comentan estas profesionales en diseño publicitario y administración de empresas.

“Tenemos derecho a elegir el tipo de vida que queremos llevar”, dice Pamela. “Para mí el matrimonio es una parte importante, creo que independientemente de si nosotras quisiéramos casarnos, sería una elección que nosotras hacemos, no que hacen por nosotras. Y creo que llegando a ese punto vamos a haber recorrido mucho como sociedad, porque no va a ser fácil”, concluye Marcela.

Fotografías: Priscilla Mora Flores, Colectivo Nómada. https://www.facebook.com/fotospriscillamora

Textos: Gabriela Rodríguez Hernández, UNFPA Costa Rica.