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Leonela Calderón Gordon está a punto de terminar su carrera universitaria, le encanta bailar, expresarse y defender sus raíces afrodescendientes. Con el apoyo de UNFPA se ha capacitado y aprendido valiosas lecciones de empoderamiento, solidaridad y defensa de derechos humanos. En el mes de la juventud y de la cultura afrodescendiente en Costa Rica  les presentamos  su historia

 

Conversar con Leonela es refrescante e inspirador. A sus 22 años, tiene esa actitud juvenil de querer abrazar al mundo y sacar lo mejor de cada cosa. “Estudio sociología y a lo largo de la carrera me ha interesado meterme en actividades extracurriculares y hacer voluntariado para enriquecer mi conocimiento”, explica.

 

 

Esos deseos de aprender y aportar la llevaron en el 2017 a participar de un campamento juvenil organizado por la oficina del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) Costa Rica, donde recibió capacitaciones sobre diversos temas como salud sexual y reproductiva, igualdad de género y derechos humanos. “En ese campamento nos pusieron a cruzar una línea fronteriza, simulando que uno era de otro país. Fue increíble como un juego tan sencillo nos hizo reflexionar sobre algo tan impactante como la migración”, recuerda.

 

Leonela tiene en su propia familia una historia de migración que ha calado fuerte en ella. “Yo soy una persona afro que prácticamente siempre he vivido en la Gran Área Metropolitana (Valle Central de Costa Rica)”, cuenta.  Sus padres, de raíces limonenses (caribeñas), también fueron criados en el centro del país. “Mi realidad me ha alejado de mi cultura, de mis raíces, ya grande he intentado acercarme más a ellas”.

 

Esta realidad no siempre ha sido la más fácil.  “A pesar de que siempre he vivido acá, muchas personas consideran que yo no pertenezco a la cultura costarricense. Nunca paso desapercibida, una crece con estereotipos sobre el pelo, el color de piel y no entiende porqué. Hasta ahora me siento bien con mi pelo”, dice Leonela. “El racimismo estructural que existe se refleja hasta en las cosas más pequeñas. Usted a veces se enoja porque le dicen ‘negra’,  a veces no le importa. Son cosas extrañas que afectan a nivel emocional… una crece y poco a poco va entendiendo”, agrega.

 

Aprender y crecer

 

Después de sus primeros acercamientos, Leonela buscó la manera de seguir participando y apoyando en actividades de UNFPA. Gracias a su mostrado compromiso fue elegida para participar en al Campamento Regional ¡Juventudes YA! en Puebla, México en el 2019. “Para mí eso fue increíble, hice amistades de las que he aprendido mucho. Las personas a cargo de la actividad también eran jóvenes y eso me gustó mucho”.

 

Su participación fue tan activa, que incluso en la Declatoria que salió del evento se incluyó un poema que ella escribió durante las noches de desvelo y trabajo en equipo.

 

Junto al grupo de centroamericanos que participó en el campamento regional.

“Nunca he visto una organización o entidad que invierta tanto en personas jóvenes y nos de tantas oportunidades como UNFPA. Siento que brindan ese espacio para nosotros poder capacitarnos y trabajar desde nuestra realidad. Es algo que nos marca”, opina esta vecina de Heredia.

 

A finales del 2019, Leonela también participó en el Foro y Reunión de Alto Nivel Avanzando por los Derechos de la Población Afrodescendiente, organizado por el Despacho de la Vicepresidenta de Costa Rica, Epsy Campbell, y UNFPA.  “Me sirvió para conocer nuevas referencias y hacer alianzas en la región, ha sido inspiración para seguir avanzando -en conjunto- en el movimiento afro”, como afirmó en este video realizado en esa ocasión.

 

Todo estos preparativos la llevaron a vivir la experiencia de viajar a Africa para la Cumbre de Nairobi,  que reunió a  representates de todo el mundo para conmemorar el 20 Aniversario de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (CIPD)[1].

 

Lectura de la Declaración de Juventudes en la Cumbre de Nairobi.  “Siento que lo que más me ha tocado de haber conocido al UNFPA y de los eventos a los que me han invitado, fue entender que la luchas por los derechos son luchas colectivas. Yo tal vez lucho por lo que a mí me compete o lo que me atraviesa por el cuerpo, pero yo avanzo en la lucha afro, en la medida que vaya conociendo otras luchas. Todos podemos unirnos porque al final estamos luchando por los derechos humanos”, afirma.

 

¿Y el COVID?

 

 

En otras circunstancias, Leonela estaría trabajando como vendedora en una tienda de ropa. Tal vez participaría en alguna agrupación de danza -que le encanta- y muy probablemente habría avanzado en su tesis de graduación. Pero la tienda está cerrada, los encuentros entre amistades suspendidos y su idea de hacer el trabajo de campo para avanzar en su proyecto están detenidos.  Ahora recibe clases virtuales y se acompaña de su mamá, que es maestra, y su padrastro.

 

“Por el COVID me estoy perdiendo la parte de construir la tesis con la población a la que quiero dirigirla, entonces seguro que voy a esperar”, dice resignada.  Sin embargo, también ve la parte positiva de todo esto. “Sabemos que nada va a volver a a ser igual. Se vienen muchas cosas, hay una crisis económica, pero de estas crisis es que surgen las transformaciones”.

 

 “Muchas personas cuando están en casa hacen otras actividades, tener huertas, por ejemplo. Vemos la unión, la gente saca lo mejor de sí, se vuelven más solidarios. También la naturaleza se ha expresado y siento que hay más conciencia sobre las problemáticas de calentamiento global”, afirma.

 

A propósito de transformaciones positivas, Leonela tiene toda la intención de dar lo mejor de ella para lograr cambios. “Me siento muy afortunada pues siempre he tenido la oportunidad de estudiar. Si yo tengo herramientas tengo que usarlas para hacer una transformación. Es importante devolver algo, como lo que UNFPA hizo devolviendo estas herramientas para que nosotros, las personas jóvenes, podamos usarlas para transformar nuestras realidades”, afirma.

 

Leonela añora trabajar en una organización que le permita tener un trabajo que la acerque a las personas, a poblaciones vulnerables, “como UNFPA”, dice (no se le ve la sonrisa, pero se le escucha por el teléfono cuando lo dice). “Sea lo que sea, que por lo menos pueda inspirar a una persona a transformar su vida, su realidad, esa es mi principal meta”, concluye.

 

Texto: Gabriela Rodríguez.

Fotos proporcionadas por Leonela Calderón y Priscilla Mora Flores.

 

[1] La Declaración de Nairobi insta a que el mundo logre "tres ceros": cero muertes maternas, cero necesidades insatisfechas de planificación de la familia y cero violencia basada en el género y prácticas nocivas contra las mujeres y las niñas, para 2030, que es el plazo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).