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Christian y Gerald, entre la Luna y las Galaxias

25 Mayo 2016

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Por Christian Zamora.

Hacia 1969, el mismo año en que la humanidad conquistó la Luna, Christian, con mucho menos alboroto pero con gran entusiasmo, hizo su entrada en la Tierra. Nació en Santiago de Chile, como único hijo de un joven matrimonio que esperaba llevar una vida normal y tranquila como típicos espíritus libres de su época, que llevaban sus vidas al ritmo del aroma a flores de sus tiempos hippies. No tenían idea que para 1973 Chile iba a sufrir un golpe de estado que iba a mandar al padre al exilio y a la madre tras una frustrada búsqueda de su amor perdido.

Después de un año en Cuba y tras una reconciliación imposible, Christian y su madre se perdieron por algunos meses en una Europa que no sabía a hogar, hasta que finalmente llegaron a la Costa Rica de 1975. San José era un pueblo que quería llamarse capital, donde aún se dejaban ver calles con caballos y pintorescas carretas que avanzaban sin prisa en medio de una sociedad conservadora y tranquila que parecía congelada en el tiempo.

En 1977, el mismo año en que se estrenó La Guerra de las Galaxias; en un pueblo muy, muy, pero muy lejano, en las apartadas y frías montañas de Agua Buena de Coto Brus, una mujer de campo daba a luz al que esperaba que fuera su tercer hijo. El parto se había adelantado y, tanto ella como su esposo, estaban preocupados porque en esa zona no existía un verdadero hospital que los pudiera atender en caso de una emergencia. De más estaba decir que esta familia campesina, de descalzo andar, no contaba con los recursos económicos necesarios para algún imprevisto. Y gran sorpresa se llevaron cuando supieron que su tercer hijo no había llegado solo. Así fue como nació Gerald, ese inesperado cuarto niño que fue recibido en medio del susto y la confusión de un parto de gemelos que nadie esperaba, y rodeado con todo el amor que sus padres fueron capaces de dar.

Gerald creció en medio de una familia trabajadora y disciplinada, donde los hijos mayores ayudaban a sus padres a cultivar la tierra y a ordeñar las vacas. Dichosamente, los tiempos más duros ya habían pasado y tanto Gerald como su gemelo vivieron el lado bonito del campo y no alcanzaron a sentir la dura carga de la pobreza. Una de las vacas se convirtió en la mascota de Gerald y la finca fue siempre su enorme parque de diversiones.

Pasaron los años y el cultivo del café dejó de ser rentable. La pareja tomó la decisión de emigrar hacia San José para que sus hijos pudieran estudiar y tuvieran mejores oportunidades. Así, en 1988, a sus once años de edad, Gerald llegó a la capital.

Desde sus inicios, las vidas de Christian y Gerald habían tomado rumbos tan diferentes que era de esperar que sus personalidades fueran tan opuestas como el día y la noche.

Christian se había convertido en un hombre de carácter fuerte e impulsivo, que no tenía problema para decir lo que pensaba y, por lo mismo, era constantemente castigado por una sociedad como la costarricense, que siempre favorecía el silencio frente a esas verdades incómodas que nadie quería escuchar. De más estaba decir que el drama de su infancia se repetía en sus relaciones afectivas que eran como una montaña rusa: subían, bajaban, daban vueltas y no llegaban a ningún lugar.

Gerald, por su parte, había interiorizado la armonía de su familia como su forma de vivir. Sin prisa, seguía adelante con sus proyectos y sus estudios, siempre apoyado en la paz interior que lo definía tan bien. Tímido y apegado a las enseñanzas religiosas de su familia, había mantenido su parte emocional oculta de quienes tenía más cerca y apenas había dado sus primeros pasos para reconocer aquella atracción que no apuntaba precisamente en el camino que sus padres le habían indicado.

Para el año 2003, Christian regresó a la Universidad de Costa Rica para estudiar una nueva carrera: psicología. Harto de la publicidad decidió hacer un cambio en su vida, reunió todos los ahorros que pudo, renunció a la agencia en la que trabajaba, entregó su apartamento, regresó temporalmente a la casa de su madre y se emprendió en una nueva aventura. Para ese tiempo, Gerald estaba estudiando Diseño Gráfico en esa misma Universidad.

Curiosamente, Christian y Gerald se hicieron del mismo círculo de amigos. Pero como Christian estaba estudiando tiempo completo, apenas daban las 6 de las tarde regresaba a su casa. Y era precisamente a esa hora cuando Gerald llegaba a la universidad, después de laborar todo el día. Pasaron varios meses en ese baile en el que solo se conocían por nombre, hasta que su grupo de amigos decidió ir al cine un fin de semana. Así, en la fila de Matrix 2, Christian y Gerald se conocieron. Sería mentira decir que hubo un flechazo instantáneo, sobre todo porque uno de sus amigos los quería emparejar y Christian es de esas personas que no permiten que otros decidan por él. Así que ese día se conocieron, se dieron la mano y no hablaron más.

Pocos días después se volvieron a encontrar y en esta ocasión sí se prestaron más atención. Christian quedó encantando con Gerald y decidió que quería pasar el resto de su vida con él. Gerald no estaba tan convencido.

En esos ires y venires, Christian le habló de lo que sentía, pero Gerald, tímido por naturaleza y bastante contenido, todavía no quería darle la oportunidad. Las cosas se complicaron cuando el mismo amigo que los había tratado de unir comenzó a llevar cuentos de un lado para otro, al punto que Christian y Gerald tuvieron el único gran pleito hasta la fecha. Lo bueno es que este gran desencuentro hizo que los dos se sentaran y hablaran de verdad. Christian le contó su historia, como si fuera una larga confesión: desde sus grandes romances hasta las situaciones que poco lo enorgullecían. No iba a dejar que ningún secreto pudiera ser usado en su contra. Gerald nunca esperó encontrarse con una persona que estuviera tan dispuesta a mostrarse tal cual era.

Christian y Gerald comenzaron su relación el 27 de julio del 2003 y, en una época en que nadie quiere perder su libertad, decidieron que su relación iba a ser para siempre. Pero decir que todo fue siempre fácil sería mentirles.

Por esas vueltas de la vida, para febrero del 2004, Christian entró a trabajar en la misma empresa y en el mismo departamento donde estaba Gerald. Lo conversaron. Les preocupaba que trabajar juntos fuera a perjudicar la relación, pero decidieron aventurarse y hacerlo. Después de todo se llevaban bastante bien.

En un principio, decidieron mantener su estatus de pareja como secreto. Gerald se bajaba del bus una parada antes para que pudieran llegar separados. Pero no pasó mucho tiempo para que se cansaran de aparentar y simplemente decidieron seguir comportándose de manera natural. Como suele suceder en los ambientes laborales, se convirtieron en la comidilla de todo mundo. Algunos los juzgaron, otros los defendieron, realmente fueron pocos a los que no les importó, porque seamos claros, a los costarricenses nos encanta meternos en la vida de los demás.

Cuando las aguas aparentemente se habían calmado y la gente se acostumbró a la novedad, Christian y Gerald dejaron de ser noticia y ellos mismos pensaron que lo peor ya había pasado. Pero fue entonces que los chismes le llegaron a una jefa y ella decidió hacerles la vida imposible. Lo primero que hizo fue prohibirles que desayunaran y almorzaran juntos bajo amenaza de despido para Christian. Se hizo un pequeño alboroto, todo mundo se enteró, la gente tomó partido y finalmente, después de unos días muy incómodos, Christian y Gerald decidieron ignorar la amenaza y que pasara lo que tuviera que pasar. No hubo despidos, pero sí muchos nervios.

Para el 2005, Gerald ganó un concurso interno de diseño y como premio, fue enviado a Chile para hacer una pasantía en un periódico local. La oportunidad para conocer a la familia de Christian era gigantesca, así que planearon unas vacaciones en ese país, una vez que Gerald se desocupara del trabajo. Pero la mujer que había decidido hacerles la vida imposible decidió no permitirle a Gerald tomar vacaciones para obligarlo a regresar apenas terminara la pasantía. Christian desistió de ir y a Gerald le tocó conocer a su familia política por su cuenta.

No habría pasado un año, cuando se hizo una evaluación de ambiente laboral dentro de la empresa, que estaba siendo aplicada por un ente externo para asegurar la confidencialidad de la información. Así que Christian y Gerald decidieron aprovechar la oportunidad y decidieron contar con lujo de detalles la persecución que habían sufrido. Ya no les importaba si los terminaban despidiendo por ello. Algunos meses después, se pasó un reglamento interno de no discriminación.

Casi doce años después de haberse conocido, el 2 de junio del 2015, Christian y Gerald recibieron la noticia de que el proceso legal que habían iniciado para que se les reconociera su unión había sido aprobado por un juez de familia de Goicoechea. En ese momento, se hizo pública esa historia que hasta ese momento había sido tan íntima y decidieron dar la cara y hablarles a todos del gran amor que habían construido juntos.

Fotografía: Christian Zamora y Gerald Castro.

Texto: Christian Zamora.